Crónica Festival de Kilkis 2015 - 2- Aterrizando

Zambullirse tiene que ver con saltar hacia el agua, cambiar de estar rodeado de aire a estar rodeado de agua o del líquido en el que nos sumergimos. Esa sensación tengo, la de haber cambiado de idioma, de cultura, de paisajes, de personas. Y esa sensación se hace acompañar de la de la necesidad de adaptarme, de comunicarme, de conocer los códigos de las personas. El aterrizaje es una suerte de observación, cuando no de sorpresa y/o de exploración.

Lo primero que veo de Grecia, lo que primero me sorprende, es el orgullo como nación que te la encuentras en conversaciones y en las banderas que decoran muchos balcones (como las que visten de rojiblanco Bilbao). Veo también la facilidad con la que sueltan carcajadas en los espectáculos, tanto los niños como algunos adultos. Ayer ya asistí a dos. Un italiano con un trabajo con objetos y bombas de jabón que, automáticamente, me traslada al mundo de la fantasía. El otro, un trabajo intimista con una estética muy lograda con los contrastes de grises, luces y negro se mezclaban con sublime belleza con músicas extrañas y cautivadoras. Es sorprendente cómo en el momento que el lenguaje pierde la utilidad de darte acceso a los detalles de una historia, la música se convierte en el principal lenguaje expresivo. Hubo momentos en que cerré los ojos para poder conectar y disfrutar mucho más.


Por lo demás veo señales que me hacen sonreír. Algunas que me conectan con mi mundo: ¿cómo puede haber un café que se llame "Mikel" en Thessaloniki? Otras sencillamente premonitorias como aterrizar en un aeropuerto tan lejos de casa y que una cara amiga venga a buscarte (y además en furgoneta). Así no puede salir nada mal. 

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