Curso de Verano del CIE-Innobasque con Rafael Bisquerra

Pablo Cueva y Rafael Bisquerra
Poner en palabras experiencias es un arte porque se trata de un difícil ejercicio de traducción. Este curso avanzado en inteligencia emocional desarrollado el pasado 26 de Julio me ha dado mucho juego, pero estoy seguro que no voy a saber expresar más que algunos destellos. Seguramente por eso me viene a la mente aquel eslogan que decía algo así como "no dejes que te lo cuenten". Yo voy a hacerlo para todos aquellos que no hayan podido asistir pero tengan interés en conocer mi lectura de lo sucedido. En cualquier caso, si tenéis ocasión, la próxima mejor que no os lo perdáis.


Humanidad en comunidad.

La casita, sede del CIE-Innobasque
Por muchas razones me parece que este curso ha sido una prueba de que la humanidad brilla especialmente en comunidad. Por una parte el CIE es un buen ejemplo de red de conexiones de personas apasionadas por la educación emocional, una comunidad en proceso de crecimiento que se enfrenta con entusiasmo a los diferentes retos que salen al camino. Este curso es en buena medida una muestra de esto que digo: una idea para avanzar en lo común que cristaliza en una propuesta ambiciosa, la suerte de que sea posible hacerla realidad, la ilusión y el trabajo de un grupo de personas, la sostenibilidad económica del proyecto y ¡tachán!, objetivo cumplido. Creo que hay que resaltar también, cómo no, la humanidad de Rafael Bisquerra, mallorquín de ascendencia vasca, un hombre sencillo, accesible, colaborador que ha hecho posible esta experiencia y una parte muy importante de lo que ella ha generado.


Inteligencia emocional versus educación emocional.

Curso de verano de IE
Una de las conclusiones a las que llegué después de la exposición sobre las distintas teorías sobre inteligencia emocional, así como de los marcos teóricos sobre la que se sustenta, es la de la  idoneidad del concepto de educación emocional sobre el de inteligencia emocional
Bisquerra detalló los principales modelos de IE son los de Salovey y Mayer (1990), Goleman (1994) y Bar-On (1983), para luego contextualizar algunos problemas en torno al constructo de inteligencia emocional en el ámbito de la investigación en psicología, como la dificultad en la medición por la diversidad de modelos, así como las dificultades por la tradición de las principales escuelas psicológicas entre las que el humanismo aun no ha adquirido un reconocimiento suficiente. Ante un público que percibe la necesidad de trabajar lo emocional en las personas y en la organizaciones el profesor Bisquerra nos situó ante una realidad que cuestiona, por la falta de pruebas científicas incontestables, lo que a los convencidos nos parece del todo una evidencia. Supongo que una manera de solventar parte de estas dificultades es optar, como nos propuso, por adoptar un modelo integrador.

Apostar por la educación emocional, decía Bisquerra, tiene que ver con la necesidad de vincular el trabajo con los valores al de la inteligencia emocional. Esto sucede mucho más claramente en el campo educativo en la medida de que se trata de un proceso y, por ello, centrar el trabajo en el desarrollo de competencias emocionales.
 

La Psicología Positiva, las neurociencias y las competencias emocionales.

Las investigaciones que se están produciendo en el marco del desarrollo de la psicología positiva y de las neurociencias aportan base empírica que justifica la utilidad del concepto de competencias emocionales entendidas como capacidades aprendidas. Los descubrimientos sobre la plasticidad del cerebro, las neuronas espejo, así como los estudios que desde la Psicología Positiva se han realizado sobre las fortalezas humanas indican que hay un margen más que razonable de mejora en relación con las mencionadas competencias emocionales que, además, hay que tener en cuenta que son contextuales. 

Durante la sesión hubo un esfuerzo por concretar razones y traducirlas en datos que justifiquen la rentabilidad colectiva de la inversión en el desarrollo de competencias emocionales. Rafael compartió un estudio realizado en Cataluña en el que concluían que los coste por bajas laborales por problemas derivados de stress, depresión y ansiedad ascendía a 7.000 millones al año. Se ha avanzado mucho en la prevención de riesgos laborales pero en éstos no se contemplan los de tipo emocional.


La persona como centro.

Las personas en el centro
Lo interesante del desarrollo de competencias emocionales, de la educación emocional, del desarrollo personal a través de mejorar en la gestión emocional radica en que el objetivo es el bienestar personal, la búsqueda de la felicidad, es decir en ubicar a la persona en el centro de la intervención. Hubo un interesante debate sobre cómo de no adoptarse esta perspectiva la IE corría el riesgo de ser instrumento contra las personas. En concreto se mencionó el mal uso de estos conocimientos en las organizaciones, pero supongo que la lista podría aumentar fácilmente. De hecho toda esta preocupación, el estudio, el desarrollo de metodologías, las intervenciones en diferentes ámbitos adquieren sentido y utilidad cuando se ponen al servicio de las personas. Las aplicaciones en el campo educativo, en el de las organizaciones de todo tipo y en las personas interesadas parten del objetivo de la búsqueda de un bienestar personal, de un fluir, que se puede acercar mucho a lo que entendemos por felicidad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Qué significa sentirse raro y/o extraño y cómo afrontarlo

El amor se riega todos los días

Besar a un desconocido, lo que no sabemos sobre nosotros mismos.